miércoles, 24 de noviembre de 2010

Leyenda.

El siguiente relato ocurrió cerca de uno de los pueblos más bellos del Cantábrico: San Vicente de la barquera. Hace ya demasiado tiempo, quizá más de un siglo, antes del reinado de Alfonso XIII, seguro, puesto que la historia tiene como protagonista a un tío abuelo del mismísimo rey .
 Fernando tenía por nombre y era conocido por todos con temor, pues era un hombre que no conocía límites de avaricia y su único interés era su propio bien. Pero todo lo que tenía de egoísta, lo tenía también de rico.
 

Un día mientras perseguía a un joven cervatillo para darle caza, él y su bonito caballo blanco fueron víctimas de un suceso, que podía costarles la vida: un enorme charco de barro les estaba engullendo, una de las peores muertes. Fernando pidió socorro a todo pulmón, pero no recibió respuesta alguna, estaba claro que no había nadie en kilómetros a la redonda. Con el miedo acuchillándole todo el cuerpo, y con el contacto del barro con su barbilla pidió a los ángeles misericordia. Y como caída del cielo apareció ella, aunque desde luego, pinta de ángel, no tenía. Era una mujer de avanzada edad, montada en un viejo y cansado burro, sus ojos eran del color de un cristal, estaban surcados por unas grandes ojeras, y su mirada, parecía cansada de poder ver.

Fernando que ya sentía el barro rodeándole los labios la pidió auxilio y la mujer bajándose del burro le dijo:

-         Mi nombre en Victoria Clarín, y el único modo de salir de mis arenas, dijo en posesivo, es que alguien de su vida por la tuya, yo estoy dispuesta a cambio de que jures que nunca volverás a pecar.

-         Yo juro. Dijo mientras sentía como el barro se colaba por su garganta y una sensación de asfixia se apoderaba de el.

-         En caso de que no cumplas tu juramento, le advirtió, tu alma quedará encadenada a este bosque por toda la eternidad sin la posibilidad de morir, hasta que encuentres a alguien que supere tus crímenes y te haga este mismo juramento.

Cuando el joven Fernando volvió a abrir los ojos se encontraba fuera del charco, y pudo ver como este iba desapareciendo delante de sus propios ojos hasta convertirse en tierra firme. Y con él desaparecieron también la anciana y el burro.

Así emprendió el camino hasta su castillo, y después de una larga caminata llegó pálido, lleno de barro, y profundamente aterrado. Todos sus guardianes le rodearon rápidamente y le preguntaron por quien le había echo eso, Fernando aturdido como estaba solo pudo decir un nombre: Victoria Clarín.

Esa misma noche fueron condenados a muerte todos los habitantes del pueblo de Ucieda de Abajo, en el que había vivido y crecido Victoria hace 197 años.

Días más tarde desapareció Fernando, sin ninguna explicación.

La leyenda cuenta que la anciana, al salvarle la vida de quitó la posibilidad de morir y él vaga día y noche por el bosque asaltando a todos sus viajantes con la esperanza de poder morir, así que si alguna vez vais por un bosque cantábrico y veis un enorme charco de barro, no lo piséis y salir cuanto antes de allí.



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